Primero fue sólo de boca en boca, luego quedó impresa y sobrevive a hecatombes siglo a siglo. No hay duda del valor, de la fuerza de la palabra: que enseña o conmueve, que mete cizaña, que lacera, o censura, pero también reivindica y multiplica. Que a veces miente y otras grita verdades a boca de jarro y se compromete, empuja, arremete. Que nos endulza, nos enamora, nos envuelve, nos eleva, nos excita; la que nos lleva por senderos arbolados de fantasía, la que despierta a las musas que nos habitan y nos motiva en ese ida y vuelta que se traduce en compartir.
Porque todos, TODOS, tenemos algo que decir, algo que escuchar.
Porque todos estamos: "al borde de la palabra".